El fiordo del Canal Beagle
En el gran sur de Chile resuenan nombres cargados de aventuras de envergadura. Patagonia, Magallanes, Beagle y Cabo de Hornos son palabras que provocan una atracción irresistible. Aquí, a más de 2.500 km al sur de Santiago, el viento y el mar son los señores de un laberinto de fiordos y de islas excavadas por antiguos glaciares y azotados por la furia de un océano nada pacífico. Aquí viene a morir la Cordillera de los Andes con un último y tumultuoso chapuzón en las aguas heladas provenientes del Polo Sur. Algunos canales aún no se han explorado. ¿O tal vez sí? No hay cómo saberlo... La Armada, la marina de guerra chilena, precinta el sector y se reserva en exclusiva el derecho de recorrer este laberinto que antaño surcaban los indios alakalufs, una etnia desaparecida, en sus frágiles esquifes de corteza de abedul y piel de foca.
El velero Beagle
Uno de los hermosos cruceros que pueden hacerse en esta región del mundo es el que recorre el canal Beagle para visitar los innumerables glaciares de la cordillera Darwin. Más nombres conocidos. El naturalista Charles Darwin pasó por aquí a bordo del navío "Beagle", comandado por el capitán Fitz Roy. Fue en el año 1830. Actualmente los paisajes son idénticos y aún están impregnados de una belleza salvaje. Los glaciares Pia, Romanche y Garibaldi se encuentran al fondo de fiordos interminables y silenciosos. Desde la exterminación de los indios y la prohibición de la caza de focas y ballenas, ya nadie viene hasta aquí. Bajo la espuma de la playa, extraños montículos de cenizas y conchas de mejillones son los últimos vestigios de los pueblos fueguinos.
Ushuaia
Curiosamente, para visitar el canal Beagle y sus glaciares hay que partir desde Argentina. De Ushuaia, para ser exactos, se dice que es la ciudad más austral del mundo, según se cuenta. Durante largo tiempo lo fue hasta que los chilenos decidieron abrir a los visitantes la base naval de Puerto Williams, situada justo enfrente de Ushuaia, al otro lado del canal Beagle. Antes de embarcar, tómate el tiempo de visitar la ciudad y su museo marítimo acondicionado en el antiguo presidio y ve al parque nacional de Tierra de Fuego en el pequeño tren que implantó gracias a los prisioneros. Desgraciadamente, Ushuaia no tiene mayor interés aparte de sus numerosas tiendas libres de impuestos y el hecho de creerse en el fin del mundo.
Puerto Williams
En apenas una hora en barco se llega a Puerto Williams. Es una escala obligada ya que hace falta un visado chileno para recorrer las aguas del canal Beagle. A la escala no le falta interés. Además de estar realmente en la ciudad más austral del mundo, el precioso museo Martín Gusinde está completamente dedicado a los indios que antiguamente habitaban estas tierras. Los alakalufs y los yamanas desaparecieron todos víctimas de las enfermedades y del alcohol importado en grandes cantidades por los marinos y los primeros colonos. Los amantes de la vela disfrutarán en la base náutica de Puerto Williams. Algunos pontones de madera cuelgan de los restos del "General Belgrano", una antigua patrullera cuyo comedor de oficiales en la actualidad hace las veces de bar para los marinos que están de paso.
Casas de madera
Todas las ciudades del extremo sur de Chile y Argentina se componen de casas de madera pintadas de colores vivos. En este rincón apartado del planeta, sólo la madera es abundante y accesible. Hasta hace tan sólo unos años, los habitantes tenían costumbre de desplazar sus casas de isla en isla en función de la estación. Bastaban algunos pares de bueyes, algunos leños y vecinos para empujar la casa hasta el mar y llevarla flotando hasta el lugar deseado. Estas «tiraduras de casa» ya no se hacen. El contrachapado y la chapa ondulada, al hacer más fácil la construcción de las casas, han anunciado el fin de esta espectacular tradición.
Glaciar romanche
Desde Puerto Williams se tarda un buen día de navegación para llegar a los fiordos abiertos donde se esconden los glaciares más hermosos. Durante la travesía, a un lado y otro del canal, en el paisaje aparecen otros glaciares más pequeños (Romanche, Hollandia). Son de acceso más difícil y para llegar son necesarias varias horas de camino en medio de bosques saturados de agua en los que los árboles y las plantas se quiebran por el peso de los musgos. A sus pies, interminables morrenas glaciares de rocas revueltas complican aún más la tarea. Es mejor admirarlos desde lejos, sobre todo si el tiempo, bastante caprichoso en estas latitudes, los cubre de una luz extraordinaria, como vemos aquí: una confrontación sublime de las primeras luces del alba y un cielo de tormenta.
Colonias de focas
Antiguamente, los indígenas se alimentaban de moluscos, de focas y de pequeñas ballenas. La llegada del hombre blanco lo cambió todo. La caza de ballenas, apreciada por su aceite, y de focas, codiciadas por su piel, provocó la desaparición parcial de estas especies y, con ello, la de los habitantes autóctonos. En la actualidad están totalmente protegidos y los animales vuelven al lugar, sobre todo las focas. Los leones marinos viven en colonias cada vez más importantes ("loberías") en la bahía de Ushuaia y en ciertos lugares del canal Beagle. Otro animal emblemático del lugar, el pingüino de Magallanes, también comienza a recuperar su población.
Navegación al pie de los glaciares
Frente al glaciar Garibaldi, los dos veleros parecen insignificantes. En algunos lugares, la muralla de hielo sobrepasa los 60 m de altura y se extiende por varios centenares de metros. Por este motivo, se suele fondear a una distancia prudente. Para abordar estos monstruos de hielo, los pasajeros disponen de esquifes que los dejan al pie de las morrenas. Después de varios días de travesía por el mar, siempre viene bien desentumecer las piernas, aunque siempre con prudencia. El hielo está lleno de grietas y huecos y el hospital más cercano está en Ushuaia. Otro glaciar extraordinario de este crucero es el Pía, una lengua de hielo que no cesa su avance y que ocupa todo el fondo de un fiordo de una decena de kilómetros.
Avalanchas
Durante el verano austral, de diciembre a febrero, las temperaturas de Tierra de Fuego pueden llegar a los 30 °C. Es más que suficiente para derretir el hielo y, por ello, no resulta extraño que toda la frontal de los glaciares se desmorone sobre las aguas. Se trata de un espectáculo increíble, precedido de un chasquido seco que resuena en los acantilados del fiordo, caracterizado por un chorro de espuma y una marejada que puede ser muy peligrosa si el velero está anclado muy cerca del glaciar. En fin, nada que temer, ya que los capitanes conocen de sobra el lugar e incluso te ofrecerán ir al nuevo iceberg para tomar un whisky con un poco de hielo formado hace milenios.
Crucero extremo por Tierra de Fuego
En el gran sur de Chile resuenan nombres cargados de aventuras de envergadura. Patagonia, Magallanes, Beagle y Cabo de Hornos son palabras que provocan una atracción irresistible. Aquí, a más de 2.500 km al sur de Santiago, el viento y el mar son los señores de un laberinto de fiordos y de islas excavadas por antiguos glaciares y azotados por la furia de un océano nada pacífico.
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